El edificio Torres Blancas, todo un símbolo del Madrid de los años 60.

25 febrero 2015

Si hay un edificio en Madrid totalmente emblemático del auge de la arquitectura de los años 60, ese es el Torres Blancas, bien conocido de todos los madrileños por sus altísimas torres y sus pisos donde las curvas y las habitaciones redondas son las totales protagonistas. 
Edificio proyectado por el arquitecto Saenz de Oiza en el año 1969, es el símbolo español del movimiento organicista.  Tomó de Le Corbusier la tendencia a construir viviendas con jardines en altura y del arquitecto Lloyd Weight sus rascacielos en forma curvada. 
Todo en él es absolutamente original, desde su portal de entrada donde se mezclan los dorados y los rojos, su impresionante escalera de caracol que une los 21 pisos a modo de columna vertebral, como sus ascensores proyectados en gresite, piedra y formas curvas. Desde el rellano de entrada, hasta la azotea, los elementos esculturales invaden todo el conjunto y la piscina superior es la culminación. 
Cada vivienda esta pensada para que el propietario pueda incluir sus gustos personales adaptándolos a estas formas curvadas por lo que son auténticas maravillas de la decoración más actual. El piso que os enseño en este post es uno de los muchos que puedes encontrar en él, y evidentemente, su s propietarios son auténticos fans de las piezas más características del vintage más particular. Muchas piezas de los Eames, invaden los espacios de esta vivienda impresionante, mezcladas con piezas más modernas y detalles eclécticos que se integran perfectamente en este edificio tan singular. Los materiales utilizados y los colores intentan crear conexiones entre cada espacio, como el panelado de roble usado en el salón, y el suelo de cerámica naranja y el gresite blanco utilizado en los baños. 
Desde luego todo un lujo tener la suerte poseer una vivienda en él y poder disfrutarla   ;) 











En las imágenes siguientes podéis contemplar tanto el edificio desde el exterior, como el interior de las zonas comunes, dignas de admiración, donde Saenz de Oiza, que residió en uno de los apartamentos hasta su muerte, modeló hasta el último gramo de hormigón y deseó que cada habitante de esta insigne pequeña ciudad ubicada en un rascacielos, pudiera vivir, trabajar y socializar sin necesidad de salir de él, gracias a su piscina y su restaurante ubicado en la última planta y que tenía la particularidad de poder enviar la comida a base de montaplatos. Todo un sueño hecho realidad.  









IMÁGENES: Revista AD


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