Las encantadoras hamacas son un elemento de deseo para el descanso que todos vinculamos con el buen tiempo, e inevitablemente siempre que pensamos en ellas, nos inspiran momentos de placidez, de relajación y de espacios al aire libre donde poder disfrutar de una estupenda siesta ingrávida en el jardín, en el porche, en la playa o en la piscina. Es algo inevitable, porque además de propiciar momentos de agradable sosiego meciéndote a la sombra disfrutando de esa privacidad que nos proporciona un asiento único y personal, son algo tan decorativo y versátil, que también podemos instalar alguno dentro de nuestra casa de veraneo y así aprovechar su imagen lúdica igualmente en el interior ↩
Inventada por un anónimo artesano en el pasado siglo XIX, se comenzó a usar en los balnearios para las clases más pudientes, las que los utilizaban para los terapéuticos baños de mar de las personas con problemas de movilidad. También se pusieron de moda en los grandes trasatlánticos y en los cruceros que unían el nuevo con el viejo continente, y no era extraño ver esas hamacas de colores a rayas rojas y blancas instaladas en sus cubiertas para uso y disfrute de los pasajeros de primera clase, que desde su cómoda y privilegiada posición contemplaban las vistas del mar que acompañaban a esas grandes travesías ➹
Gracias que su uso se ha popularizado y ha pasado a formar parte de todos los que deseamos disfrutarlas hoy en día, no os parece? Aunque, curiosamente, ahora se vincula más con cierto aire grunge, ya que fue el movimiento hippie quien lo recuperó en los años 60 como cama económica para colocar en sus campamentos comunitarios. No deja de sorprenderme como comienzan y acaban las cosas, pero digamos que, es lo que tiene la evolución... ☺
Srta. Pepis